lunes, 24 de enero de 2011

La música de las esferas

Una antigua doctrina afirmaba que el modelo para la creación del universo estaba basado en el uso de las proporciones musicales. Según esta creencia, los cuerpos celestes producían sonidos que al combinarse formaban la llamada música de las esferas.

La teoría de la música de las esferas fue aceptada durante muchos siglos. La apoyaron grandes pensadores y científicos: desde Pitágoras en el siglo VI a. C. hasta Kepler en el siglo XVII d. C. En nuestros días, esta creencia puede resultarnos extraña, pero hay que entender que en otras épocas las maneras de pensar eran muy diferentes a las nuestras. Por un lado, pese al cuidado que pusieron en la observación del cielo, los hombres de la antigüedad no tenían los elementos científicos y tecnológicos que ahora están a nuestra disposición. Y por otro lado, en aquellos tiempos la palabra "música" tenía un significado distinto que el actual.


La palabra "música" a través del tiempo


Para Pitágoras y sus seguidores, la música era la ciencia de la armonía. La armonía podía ser entendida como el orden de los sonidos y también como el orden divino del cosmos; entre estas dos armonías había una relación. Luego Platón añadió que lo importante no era la música audible. Plotino, un poco más tarde, consideró a la música como uno de los caminos para llegar a Dios. Después, San Agustín habló del paso de la música de la fase de la sensibilidad (en la que se ocupa de los sonidos) a la fase de la razón (en la que resulta ser contemplación de la armonía divina).

Boecio, personaje que vivió en Roma entre los siglos V y VI, fue el estudioso de la música de mayor influencia en el pensamiento occidental hasta el Renacimiento. Boecio consideraba tres tipos de música: mundana, humana e instrumental. La música mundana se refería a la armonía del universo, la humana se refería al principio que unificaba el alma y el cuerpo de un hombre, y la instrumental era la producida por instrumentos. Como podemos ver, sólo este último tipo de música -la instrumental- es la que actualmente consideramos como música. La música mundana y la humana pertenecían a las "artes liberales", pues éstas eran producto del trabajo de la razón. La música instrumental estaba más bien del lado de las "artes manuales", porque éstas eran producidas por los trabajos ejercitados con el cuerpo.

A partir del Renacimiento, la palabra "música" comenzó a referirse más bien al arte de los sonidos, tal como la entendemos comúnmente en nuestros días. Pero no es el único sentido de la palabra. En la actualidad la música es, ciertamente, "una técnica o conjunto de técnicas expresivas que conciernen a la sintaxis de los sonidos". Pero desde el punto de vista filosófico la música también es considerada "como revelación al hombre de una realidad privilegiada y divina". Según esta definición, la música trata de la armonía divina del universo y del mismo principio cósmico, llámese Dios o de alguna otra manera.




Historia de la música de las esferas

Pitágoras consideraba que la esencia última de la realidad se expresaba a través de números. Los números eran el medio para percibir lo que de otra forma podría permanecer inalcanzable tanto para el intelecto como para los sentidos. A Pitágoras se le ha atribuido el descubrimiento de las proporciones de los principales intervalos de la escala musical. Para sus seguidores, los pitagóricos, las distancias entre los planetas -las esferas- tenían las mismas proporciones que existían entre los sonidos de la escala musical que eran considerados entonces como "armónicos" o consonantes. Cada esfera producía el sonido que un proyectil hace al cortar el aire. Las esferas más cercanas daban tonos graves, mientras que las más alejadas daban tonos agudos. Todos estos sonidos se combinaban en una hermosa armonía: la música de las esferas.

Para Platón, el mundo era concebido como un gran animal dotado de un alma propia. En el Timeo, uno de sus diálogos, afirma que el alma del mundo se había hecho de acuerdo a las proporciones musicales descubiertas por Pitágoras. En otro de sus diálogos, La República, relata el mito de Er, un guerrero que murió y resucitó después de unos días. Er había visto el universo durante su muerte temporal, y describía a los planetas como una serie de círculos que giraban en órbitas concéntricas. Según Er:

Encima de cada uno de los círculos iba una Sirena que daba también vueltas y lanzaba una voz siempre del mismo tono; y de todas las voces, que eran ocho, se formaba un acorde. Había otras tres mujeres sentadas en círculo, cada una en un trono y a distancias iguales; eran las Parcas, hijas de la Necesidad, vestidas de blanco y con ínfulas en la cabeza: Láquesis, Cloto y Átropos. Cantaban al son de las Sirenas: Láquesis, las cosas pasadas; Cloto, las presentes, y Átropos las futuras.





No todos los pensadores de la antigüedad creyeron en la música de las esferas. Aristóteles, en su libro Del cielo, negó la existencia del universo sonoro propuesto por Platón: "La teoría de que el movimiento de las estrellas produce una armonía, es decir, sonidos que revelan una concordancia, a pesar de la gracia y la originalidad con que ha sido presentada, no por ello deja de ser falsa."

Sin embargo, las ideas que tuvieron la mayor influencia fueron los mitos de Platón, mencionados anteriormente. Así, pensadores como Cicerón, Arístides Quintilianus y Tolomeo apoyaron la teoría de la música de las esferas.

La creencia en algunas religiones de la existencia de ángeles en el universo junto con la música de las esferas dio origen a lo que se conoció como "música celeste". Esta era la música producida por los ángeles que se representó en muchas obras de arte de la Edad Media y del Renacimiento.

Para su concepción del universo, Kepler se apoyó en los mitos de Platón y en el sistema de Copérnico que planteaba que el Sol era el centro en torno al cual giraban los planetas. Kepler postulaba que el modelo del universo estaba basado en la geometría: entre las órbitas de los seis planetas conocidos (Saturno, Júpiter, Marte, Tierra, Venus y Mercurio) estaban inscritos los cinco sólidos perfectos mencionados por Platón (cubo, tetraedro, dodecaedro, icosaedro y octaedro)





Kepler estudió cuidadosamente las órbitas de los planetas para establecer una relación entre el movimiento de estos cuerpos celestes con la teoría musical a la que se refirió como de Tolomeo, pero que había sido planteada por Gioseffo Zarlino. Finalmente, en su libro Harmonices Mundi, postuló que las velocidades angulares de cada planeta producían sonidos consonantes. Asumida esta creencia, escribió seis melodías: cada una correspondía a un planeta diferente. Al combinarse, estas melodías podían producir cuatro acordes distintos, siendo uno de ellos el acorde producido en el momento de la creación y otro el que marcaría el momento del fin del universo.





La música de las esferas y la literatura

Diversos textos literarios aluden a la música de las esferas. Por ejemplo, Shakespeare escribió a fines del siglo XVI El mercader de Venecia, donde hace una referencia a la música celeste:

Siéntate, Jessica, y contempla esa bóveda
de cielo, tachonada de patenas.
Qué brillante oro son: ni el más pequeño
de los orbes que ves, no tiene
canción de ángel en su ruta,
concertada aún con querubines
de mirar juvenil: tal armonía
en almas inmortales así mora.

Otro ejemplo de la misma época es el poema A Francisco Salinas, de Fray Luis de León. Su autor, al escuchar al músico Francisco Salinas, consideró que los hermosos sonidos se asemejaban a la música de las esferas. Así, Fray Luis de León se inspiró para escribir lo siguiente:

[su música] Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.

Y como está compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta,
y entre ambas, a porfía,
se mezcla una dulcísima armonía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario